jueves, noviembre 25, 2004

Mi primer poema

Decidido a recomenzar mi camino como poeta, encuentro el lugar donde guardo todos mis versos. He aquí el primero de mis poemas; data del año 2001 (no tengo anotada la fecha exacta) y no tiene título (ya que en ese tiempo no me sentía con la creatividad suficiente para titular mis escritos). Vamos a ver qué tal queda en este pequeño rincón.


I

En medio de la vigilia, noche pacífica,
camino entre los espinos de mis temores.
No encuentro a nadie en el sendero,
pesadilla, tal vez,
o la simple realidad del eterno abandono.

Año 2001

miércoles, noviembre 24, 2004

RELOJ DE ARENA

Jirones desgarrados de mi ser
que mudan en palabras
y recaman mi existencia
develando un despertar.

Sutil experiencia
velada por el tiempo
extendiendo la oscura
habitación de mis temores.

Oh, eterna belleza
guarecida
en los límites de un beso
que con tus rizos
acaricias a la noche
que Sacrificas
tu seno inmaterial
golpeando las broncíneas
puertas del entendimiento.

Contémplanos.

Pues no somos
más que diminutos granos
recorriendo irremisiblemente
este pequeño
reloj de cristal.

martes, noviembre 23, 2004

GOTAS

Inmensas gotas caen desde el cielo gris
los poetas observan expectantes
el fértil baño de lágrimas
sinfonía desgarrada
un bullicio
una copa
un árbol desgajado.

Ángeles danzantes esconden sus rostros
montañas descolgadas por el pecado
rozan ebrias el viento exhausto
cierzo enmudecido
vieja carroza que esconde los deseos.

Inmensas gotas caen del cielo gris
alimento que escupe el destino
borde cortante de la luna
trinar de pájaros dorados
y esta balsa que se hunde
en un mar crepuscular.

Son estas inmensas gotas
el rocío arrepentido
que huye del pétalo marchito
de la mano fría inmutable
es la brisa marina en un puerto vacío
es el barco a la eternidad.

04/XI/2004

jueves, noviembre 18, 2004

TORMENTA

Presagio azul de lluvia
límite infinito
multiforme
los perros ladran a la noche
mientras arde mi conciencia.

Los truenos a lo lejos
no cesan de llorar
luna inquieta
luna esquiva
hoy te vistes con las nubes.

Gotas diminutas
lágrimas en la ventana
rozas la piel de mi nostalgia
y me robas un recuerdo.

miércoles, noviembre 17, 2004

LA MARCHA DE LOS VIVOS

Destila tu alma
un perfume sagrado
se eleva al cielo
e ilumina
lo que nunca fue.

Se escucha
la marcha de los vivos
que arrastran sus pies
hacia el altar.

Mi ser no es más
que un miedo sangrante
una triste espuma.

Humedece mi rostro amada
sana mis heridas
úngeme con tus efluvios
libera mi alma
del peso de existir.

martes, noviembre 09, 2004

UN BESO

Sensación inútil
voluptuosa
imagen empapada de rocío
cumbre empinada
enhiesta.

Uso las palabras como
escaleras
ánima mía
cristalina.

Lágrima que oxida los recuerdos
mirada
aurora
poesía.

Lleno la noche de estrellas
sumisa la tarde de hierba
cuento las nubes
y el tiempo
mientras llevo colgado al cuello
un beso.


05/X/05

miércoles, noviembre 03, 2004

¿Qué es la poesía?

Mi primer libro lo leí (si mi memoria n me juega una mala pasada) a los 12 años; su nombre era El corsario negro. Una novela de aventuras, de soldados y piratas, como muchos que se digerían a diario en nuestra juventud. Me imaginaba navegando en un galeón español, cargado de doblones de oro, con una numerosa tripulación dispuesta a seguir mis órdenes. Hasta que terminé de leerlo. No he podido entender por qué mi apetito por la literatura permaneció en estado criogénico hasta cumplidos los 21. Intenté con otros géneros: ciencia ficción, drama, suspenso; ninguno me provocaba más que una modorra mental que progresivamente se transformaba en torpor y culminaba con un cierre de párpados durante un intervalo de tiempo indefinido. Ahora que medito sobre aquello, concluyo que algo me era vedado conocer en aquella época y que, supongo, era la llave que me hacía falta para abrir las puertas hacia una realidad que cambiaría radicalmente mi forma de ver la realidad.

Para algunos, el acto de leer se resume en una actividad lúdica con la cual enriquecemos nuestra forma de ver el mundo y de ampliar el espectro de nuestro alcance cultural. Sin embargo para otros se ha convertido en una herramienta necesaria para la subsistencia: desear conocer al otro, por medio de caracteres impresos y de un pensamiento que se escabulle por entre las frases.

Lo poco que he leído sobre la actividad creadora en los escritores contemporáneos, me ha mostrado la influencia de unos autores sobre otros. Kafka, Rulfo, Cortázar, se convirtieron en maestros de los noveles. Escudriñando entre sus novelas, cuentos, poemas, intentaron extraer el germen de su pensamiento, la técnica más pura para fabricar sus propias obras, aunque después, en la madurez, se rompa con dicho vínculo y se tome un camino paralelo, con el único objetivo de liberarse de las ataduras que dichos mentores clavan en el espíritu.

De esta forma, no podría yo escapar de ese reglamento implícito del escritor, y fue Octavio Paz el primero que tuve entre mis manos después de ese profundo sueño intelectual. Un más allá erótico, pequeño ensayo sobre la obra del Marqués de Sade agitó los cimientos de mi entendimiento y soltó las amarras de mi quietismo. Descubrí que existía un mundo más puro, un estado del espíritu que no vivía encadenado a las doradas normas de la escritura. La poesía se mostró cristalina, desnuda como una virgen mientras lava sus cabellos en el estanque de los sueños.

Sería un acto de mala fe el ocultar que no entendí absolutamente nada de lo que aquel mexicano quería mostrarme; sólo me dejé llevar y comencé a buscar lo que yo deseaba que fuera la poesía. Es así como me topé con el Romanticismo de Blake, el Simbolismo de Baudelaire, el Surrealismo de Rimbaud, la Vanguardia de Pessoa y por supuesto, la magnífica amalgama de Paz, lugar donde me cubría de la tormenta que es la realidad.

Cuando se escribe no se está solo; en el momento que leemos tal novela de tal escritor, estamos directa o indirectamente leyendo una novela de Kafka, de Rulfo o de todos aquellos que marcaron la vida intelectual de aquel; de esta forma, cuando escribo, aquel lector no sólo lee mis poemas, también lee a los otros en mí.



¿Qué es poesía?

Todo fenómeno en la naturaleza incluye en sí mismo un movimiento, ya sea imperceptible o palpable. Nuestros sentidos juegan un papel vital en la percepción de la realidad circundante. Ya Berkeley había tomado la antorcha del pensamiento sobre la realidad al expresar que solamente podemos valernos de nuestros sentidos para poder captar la realidad; pero que estos pueden engañarnos esse est percipi eau percipere. Sólo podemos asegurar la existencia de algo en la medida en que ese algo se presente a nosotros como tangible. De esta forma, Berkeley no creía en las ideas abstractas, pero esto es ya ahondar en un pensamiento que se desvía un poco de aquello que realmente nos incumbe.

El hombre sólo puede hablar de aquello que conoce, y su única herramienta son los sentidos; aquello que inventa o crea, tiene una profunda raíz sensualista. El avión no existiría si no se hubiesen observado las aves. Todo tiene, por lo tanto, una conexión directa con el entorno. En la literatura ocurre exactamente lo mismo: escribimos sobre aquello que hemos percibido o lo que deseamos sentir . Los autores plasman situaciones y sensaciones reales que mezcladas posteriormente forman una obra (novela, poema, cuadro, etc.).

De esta forma, la realidad se presenta al hombre, la percibe por medio de sus sentidos y los transforma por medio del lenguaje, es decir, les otorga una significación.

La poesía es una hiperexcitación de los sentidos. Todo cuanto encontramos a nuestro alrededor produce en nosotros un efecto que nos permite distinguir un libro de otro, un árbol de un caballo. Los colores, los sonidos, se diferencian unos de otros por la intensidad, por el efecto que una cosa ejerce sobre nosotros en comparación con su inmediato contiguo. Estaríamos asegurando entonces, que todo está lleno de poesía, porque todo, en algún momento ejerce una gran impresión a nuestros sentidos.

Y ¿cómo percibir la poesía de las cosas? Yo me baso en el concepto de utilidad. El lenguaje, para ser entendido, requiere que sus elementos posean un significado y un significante. Si estos dos elementos no se encuentran interconectados no existiría comunicación. Al observar una lámina de fondo blanco y marco azul, sostenida por una vara de hierro, en la cual se encuentra dibujado un cuchillo y un tenedor, inmediatamente asocio dicho imagen y asumo que no muy lejos se encuentra un restaurante.

Entonces, una llave de tuercas, al percibirla, nos indica que existe algo que debemos arreglar, que posee tales características y que se utiliza para esto: la utilidad. Pero ¿qué pasa cuando tomamos un inodoro viejo y lo colocamos en una galería de arte? ¿dejó de ser un inodoro? No lo creo; simplemente se permite al espectador que perciba otro significado para dicho objeto, que se hiperexcite, ya sea porque le parezca irrisorio o porque encuentra otras cualidades que no observaba mientras se encontraba en el mundo de la utilidad. De igual forma trabaja el lenguaje.

Existe entonces dos clases de lenguaje, o mejor dicho: dos formas de utilizar el lenguaje: la prosa y el poema. La primera simboliza la utilidad; nos servimos de ella para expresar lo cotidiano, sin ambigüedades: esto es esto. Explicar, anunciar, documentar, son los objetivos de esta forma de lenguaje; se crea entonces una comunicación sencilla, práctica, hecha a la medida de nuestras necesidades. Por medio del poema, el lenguaje se lanza de cabeza al expresar que esto también es aquello y más. La poesía es el germen oculto que funde al uno con el otro, la interconexión que sólo se devela al desaparecer la utilidad que superficialmente cubre a la realidad.

Cuando observamos un tornillo, la imagen que nos es dada a primera vista es una acción orientada a adherir una pieza a otra, un trabajo manual que se requiere para realizar un trabajo. Pero cuando observamos esa diminuta pieza y nos adentramos en su esencia oculta, en su intimidad, en su forma y color, podremos sentirla viva, dispuesta a poseernos, a fundirse con nosotros. Es ahí donde aflora la poesía y cuando condensamos esa poesía en lenguaje, es allí donde nace una obra de arte.

La poesía se percibe por medio del ocio. El ocioso es el opuesto del productivo. La eficiencia y la utilidad sólo sirven para un fin único: producir. Es una herramienta, nada más. El ocioso es un deslumbrado. Si toma un martillo es para dejarse excitar por su forma, su peso, no para colocar el cuadro en la pared.

El poeta ha sido en muchas ocasiones un paria, un excremento de la sociedad, porque no es productivo, porque en ocasiones es excesivamente ambiguo, porque no edificaba bajo las leyes de una moral establecida: eran llamados malditos. Locos, vagos, alcohólicos, se dejaban llevar por las palabras, se convertían en mediums.

El lenguaje poético nació de los ritos, de las reuniones de iniciados en torno a momentos cargados de misticismo. Los cultos a la naturaleza, de elevarse por medios espirituales o ayudados por sustancias alucinógenas para alcanzar las esferas más lejanas del universo. Reuniones de sacerdotes, en torno a la hoguera, recitando sus canciones, esperando la respuesta del cielo o la tierra, del agua o el viento. Es a partir de este parentesco donde se descubre la realidad oculta de todo cuanto nos rodea.

A comienzos del movimiento romántico, un poeta y grabador británico escribía estos “versos justos”:

“When the doors of perception were cleaned, everything will apear to man as it really is, infinit”.

La multiplicidad de las cosas. La percepción como principio del acto poético y las palabras, queriendo ser liberadas de las cadenas creadas por hombres para establecer conceptos.

El acto del poeta es un acto suicida, va en contra de la moral establecida; tuerce los dictámenes de una sociedad en decadencia y abre por medio del deseo el oxidado cerrojo que tiene sometido al lenguaje. Deseo de volver a los ritos antiguos, donde las palabras danzaban en comunión con el hombre. Dejarse llevar por el éxtasis que ellas influyen al alma.

Cualquier tipo de poema: romántico, surrealista, del siglo de oro español no busca otra cosa que la libertad del espíritu.

El poeta no sigue ninguna línea de conducta, porque simplemente es un tránsito, un lugar de comunión de la palabra, que lo puebla y lo somete. Libre de la ignominia del mundo, se deja llevar por un caudal infinito en que peces dorados lo acompañan hasta la muerte, donde podrá llegar a ser en verdad, uno solo. Pero esto requiere compromiso. Muchos alegarán que al ser tan ambiguo o voluble, el poeta no se compromete, que es tan ininteligible que su causa se encuentra velada. El poeta tiene un compromiso consigo mismo que lo consume y lo devora a tal grado que sus obras no son mas que intentos por romper el cascarón que le permita despertarse en la otra orilla.

¿Es entonces un acto egoísta? En ninguna forma. Hace poco me dibujaron una metáfora de la poesía, basándose en un fragmento de la Divina comedia en la que Beatriz le indica a Virgilio que allí se encuentra el paraíso. La salvación se convierte entonces en un acto personal, un acto individual y subjetivo. Si tomo la mano de Beatriz para que ella me lleve se perdería entonces la libertad. El poema se muestra al hombre desnudo, libre de todo prejuicio; en el hombre radica la decisión de recrearlo y al hacerlo abre la puerta a otra realidad, a otra orilla que puede ser la del poeta o puede ser una nueva playa. Por esta razón el poeta no tiene el derecho de decir qué hacer.

El poema es una unidad perfecta, en él confluyen el germen de la realidad.


Decisión

Este será un rincón dedicado a la poesía, al relato y a cuanta locura emane de esta cabeza. La nostalgia, la saudade, los recuerdos, las sensaciones; todas tendrán cabida en estas paredes.


Dejo aquí una parte de mi vida, el todo de mis sueños.

Aquí me quedo no sé hasta cuándo.